Podría seguir, por supuesto, pero estoy segura que ya con los primeros 4 ítems di suficiente material para juzgarme, porque esto es lo que pasa, no importa que haga o deje de hacer, estamos en un momento donde hay tanta información, tantas modas, nuevas maneras ideales de crianza, tantas personas opinando y otras tantas leyendo, que
nos perdemos en los estándares por cumplir.
Yo decidí centrarme en un indicador que fuera “objetivo” para medir la calidad de madre que soy y ese indicador es mi hijo. He puesto aquí todo lo que me hace una “mala madre”, ahora en mis palabras, una madre perfecta y sin embargo, cuando lo observo, veo un niño física y emocionalmente sano, alegre, tranquilo, inteligente, con sus motricidades fina y gruesa en desarrollo natural, con sentido del humor, veo un niño que comparte, que colabora, que se permite llorar, veo un niño sensible que tendrá que aprender a defenderse pero que cada vez sabe mejor cómo poner un límite. Desde mi indicador veo un niño sano, que se siente amado, contenido y seguro.
Entonces, cuando observo mi indicador, volteo la mirada hacia adentro, me observo y me hago responsable de mis miedos, de mis paradigmas, de mis locos “estándares”, de los deberías que me he creído, amarro un poco el látigo de la culpa y con amorcito comprendo que soy la madre más perfectamente imperfecta que mi hijo pudo elegir para él.
Esto es lo que soy, y sí, sigo tomando café con mis monstruos procurando integrar mis luces y sombras para sentirme en mayor coherencia en la vida, lo que quizá me acerque a ser mejor madre… pero mientras tanto esto es lo que soy y así me acepto. Me acepto como la madre perfectamente imperfecta que soy y que estoy segura seguiré siendo por lo que me resta de vida.