Cuando lleguen fechas como estas felicitamos a nuestras madres, a todas las nuestras familias, a los amigos más cercanos, a la que nos manda el mensaje y respondemos con otra felicitación.
… Sin embargo hay unas madres a las que no felicitamos; porque no tienen sus hijos en brazos, porque no están publicando fotos de sus hijos en las redes, porque en una reunión no se hacen protagonistas contando las anécdotas que viven con ellos minuto a minuto; a ellas no les deseamos un feliz día de la madre, porque además en caso que se nos ocurriera felicitarlas (cosa que me atrevo a dudar) nuestro propio paradigma brincaría a detenernos porque supondría una posible catástrofe, asociando sí o sí al dolor. Y me pregunto ¿no será más doloroso el olvido o la indiferencia que el mismo amoroso reconocimiento como madre ?.
Hoy quiero hacer visible a todas estas mujeres que soñaron con ser madres, aquellas que rieron y lloraron al saber que su vientre albergaba una vida, a las que gestaron con el más profundo amor que las podía habitar, también a aquellas que gestaron con miedos, dolores, angustias… A aquellas cuya mirada cambió, su brillo exaltó, su sonrisa pronunció al sentirse mamás, la que se hizo ilusión de tener el bebé en brazos, la que modificó sus hábitos por cuidar de ese bichito que crecía en la panza, la que sentó a la familia, compañeros de empresa y amigos entrañables para contarles la gran noticia que ahora rondaba su vida, a la que soñaba amamantar a su bebé pegadito de su pecho, a la que miró a su pareja con tal profundidad que parecía perderse, con la que soñaba ver crecer al pequeñín mientras estaban tomados de la mano.