Tal como nosotros tenemos la representación de nuestros padres, donde muchas veces las versiones de las historias entre ellos y nosotros pareciera de dos realidades paralelas.
Mi “claridad” mental sobre el hecho de que todos somos seres imperfectos y ser madres no nos acerca a la perfección, pareciera no estar muy en sintonía con mi sentir o mis fuertes impulsos inconscientes de querer serlo, (y eso que es algo de lo que hablo siempre en mis talleres).
Me resulta difícil de poner porque es saber que no soy perfecta, que el hecho de ser madre no me acerca ni una pizca a serlo y que ninguna lo es… pero a pesar de esto es como si tuviera que demostrar, defender y predicar sobre como soy la mejor mamá, como si le tuviera que cumplir a alguien con un estándar, como si alguien me fuera a premiar o como si camináramos por la vida esperando encontrarnos con el mérito que alguna mamá se ganó alguna vez y ninguna más volvió a recibir.
Se me ocurre que tiene que ver con que a veces nos damos tan duro a nosotras mismas que nos cuesta reconocernos, valorar lo que hacemos, lo que sí hay, lo que sí hacemos, lo que sí brindamos y sobre todo, lo que sí somos .
Muchas hablamos en espacios reservados sobre lo agotador que es ser madre, sobre que dar teta no es felicidad para todas las mamás, que parir no es lo más lindo que le ha pasado a todas en la vida, que en contradicción de las nuevas olas de crianza, un grito se nos sale cada tanto porque estamos cansadas, por lo menos ahora lo ponemos en chistes o en una comedia de pie donde todas reímos con la certeza de que este caos es lo más bello que nos ha pasado en la vida, mientras que las que no tienen hijos nos miran con cara de bicho raro sin comprender cómo es posible que toda esta locura nos siga pareciendo bonita…