No, no se trata ahora de quedarnos pegadas a ellos movidas por el miedo, por la paranoia de que algo les va a pasar, por el contrario, es ofrecer una presencia consciente, amorosa, realmente presente. Se me viene a la mente una pregunta que cita Steve Jobs en su discurso en la Universidad de Standford “¿Si este fuera tu último día de vida, harías lo que vas a hacer hoy?”, Yo me atrevo a modificarla de la siguiente manera “¿Si este fuera tu último día de vida o la de tus hijos, estarías en paz con las decisiones que has tomado hasta ahora?”… ¿Es una pregunta fuerte ?, ¡sin duda! para mí incluso también lo es ahora que la formulo de esta manera, sin embargo, la muerte es parte inherente de la vida y nos pone de cara a las preguntas que la cotidianidad nos esconde o permite evadir con grandes argumentos.
Muchas mujeres diariamente después de sus hijos y quizá las preguntas o reflexiones al respecto sean otras, los tiempos y prioridades sean otros. Para quienes tienen a sus hijos, que esta sea una oportunidad para hacer un alto y tomar las decisiones que les procure mayor consistencia y tranquilidad. Para las mujeres que han despedido a sus hijos, que esta sea una invitación a compartir su experiencia, a sentir que hay otras mujeres transitando este mismo camino, a sanar en común-unión con otras madres de hijos que ahora juegan en el cielo.
Para terminar vuelvo a la gran pregunta con la que inicié, ¿Cómo despides un hijo ?, y siento que esto podría abrir pistas, honrando su paso por este planeta, dignificando su legado (no importa el tiempo), comprendiendo sus enseñanzas en nuestras vidas , perdonándonos, procurándonos paz en el corazón, entregándonos al misterio, confiando en la libertad de su alma retornando al infinito, permitiéndole volar cuando su cuerpo ya no le ofrece bienestar, permitiéndole vivir con una sonrisa por siempre en nuestro corazón… Teniendo la absoluta certeza que seguirá en nosotras, porque un día ofrecimos una parte de nuestra alma para que la suya pudiera encarnar dentro de nuestro cuerpo.
“Él me enseñó a amar profundamente ... A poder dejarlo ir con amor y paz ... Sin atarlo ... Despedirme aún sabiendo que jamás lo volveré a abrazar físicamente”. Palabras de mi amiga, madre de un niño de 3 años que decidió dejar de soñar para emprender su vuelo, su verdadero vuelo.