Por cosas de la vida, saliendo del consultorio de mi gineco-obstetra, encontré la información de la que luego sería mi Doula (mujer que educa y acompaña en el parto). Después de jugar un rato al gato y al ratón por fin pudimos encontrarnos, conocer lo que hacía, nos enamoramos de ella y acordamos iniciar el trabajo con su compañía.
Durante uno de los ejercicios de preparación entré en crisis porque pensé que no iba a poder, que yo being tan cobarde para el dolor no iba a poder con el del parto, sobre todo porque comenzó a retumbar los comentarios de las personas que me dijo que no sabía de lo que hablaba, que estaba loca... Pero mi Doula me pidió confiar en mí, en lo que sintió, en lo que me había llevado a buscarla y sobre todo, en lo que me llevó a decidir prepararme para un parto medicamentos naturales y pecados.
Volví a la respiración, al foco, a mi centro, retomé el control y de la mano de mi esposo continué con la preparación; eso sí, siendo más cauta en lo que hablaba, gastando menos energía en explicar lo que no tenía por qué explicar para recoger la energía que necesitaría para ese gran día.
Llegó el día de mi parto y cada cosa pasó de manera natural y fluida, mi esposo estuvo todo el tiempo conmigo...