La lactancia no significa solo producir leche, esto implica mucho más. Lo que nadie nos dice es que para lactar debemos estar estables emocionalmente, contar con una red de apoyo que influya en el proceso de una manera adecuada, haber tenido una preparación desde la gestación y otros aspectos que, por desconocimiento, pueden influir en nuestro proceso.
Muchas veces creemos que la lactancia es solo amamantar, pero lo que nadie nos dice es que nuestra crianza puede jugar un papel fundamental en este proceso, si fui o no amamantada, es algo que definirá comportamientos definidos por la herencia, en la mayoría de casos, involuntarios, en mi proceso como lactante.
Johanna nos comparte que durante los acompañamientos es fácil evidenciar situaciones que sean determinantes en la lactancia, como la red de apoyo, situaciones emocionales que interfieren la normalidad de la lactancia y nos hacen creer que lactar no es para nosotras.
La lactancia no la salva la asesora de lactancia, ella simplemente hace el acompañamiento y ayuda en el proceso de entender los momentos de esa lactancia. La lactancia es ese vínculo sagrado que viven únicamente la mamá, el bebé y su red de apoyo.
La leche materna tiene múltiples beneficios, puesto que esta es específica para la especie. Cuando hablamos de que es específica para la especie (hablando de la producción en mamíferos) porque cubre todas las necesidades de ese bebé. La leche materna cambia la composición, esta varía dependiendo del clima en que se encuentre ese bebé, si hace frío, si está haciendo calor, si el bebé está empezando con una gripa, si fue niño, si fue niña, también varía según el peso del bebé. Estas variaciones permiten que la leche adquiera esos componentes específicos para suplir las necesidades del bebé y así poder cumplir con esos requerimientos que él mismo exige. Cabe resaltar que la leche es un fluido vivo y se le adhiere la capacidad de poderse re ajustar según las mismas necesidades. Esto se traduce en un fortalecimiento en el sistema de defensas del bebé.